06_02_2020 HOY_JUEVES_060220_ Opinión8 A
Por Hoy Digital

A mis lectores, me permito reproducir este artículo publicado el 8 de febrero del 2018 el cual encierra mis creencias y que alguna vez se analizarían en profundidad.
El artículo: “Ahora que estamos inmersos en el mes de la Patria, con todas las dependencias oficiales en peregrinaciones hacia el Altar de la Patria, acarreando costosas coronas en honor a los padres fundadores, sería bueno sumergirnos en una etapa de la vida del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, que misteriosamente es soslayada por los historiadores. Ellos evaden profundizar esa etapa de la vida de un malogrado héroe y ser humano ejemplar.

El 26 de agosto de 1844, Juan Pablo Duarte fue expulsado del país hacia Europa. Meses después se radicó en Venezuela. Allí tenía familiares y conocidos e hizo muy buenas relaciones con la cúpula política de ese país. Al conocer de la anexión se despertaron los sentimientos del patricio febrerista. El se puso como meta retornar a su país para luchar por la soberanía en manos españolas. El grito de Capotillo de agosto de 1863 aceleró su proyecto de retorno al país. En enero de 1864 emprendía su viaje desde Venezuela para ponerse a las órdenes de las fuerzas restauradoras. En ese proceso del viaje, Duarte procedió a realizar varios nombramientos para su estado mayor y que luego el gobierno restaurador los reconoció.
Para inicio de 1864, a 20 años de su destierro, llegó Duarte el 19 de marzo a las costas de la isla y desembarcó en Cabo Haitiano después de confrontar grandes peripecias de persecuciones marítimas y desinformaciones por la envidia que desataba su historial. Desde ese puerto haitiano se desplaza hacia su patria amada en una pequeña embarcación y llega a Montecristi el día 25 de marzo. Allí lo recibe Benito Monción, uno de los ideólogos del movimiento restaurador, brindándole una cordial bienvenida con todas las atenciones posibles de un país pobre. En el poblado de Guayubín se reúne, después de 20 años, con un Ramón Matías Mella muy enfermo y se dirigen juntos hacia Santiago llegando el 4 de abril.
Duarte deja a Mella en su lecho de muerte e invierte su tiempo conversando con los dirigentes del movimiento restaurador. Estos aparentemente se sienten felices con la presencia del patricio en sus filas. Les narra a los restauradores de sus actividades, relaciones y vida en Venezuela. Fueron instantes de gloria para el patricio, pero el día 14 de abril recibe una comunicación de mala fe que lo designa como embajador plenipotenciario para que inmediatamente se marchara para Venezuela a buscar recursos para la causa restauradora. Es conminado por los restauradores, a los escasos 20 días de llegar al país, a salir raudo y veloz para el exterior. Fue una expulsión que se quiso disfrazar de diplomática. Duarte con su preclara inteligencia comprendió el objetivo. Por eso en su comunicación de 21 de abril de 1864, le decía a Ulises Francisco Espaillat, vicepresidente del gobierno: “Estoy dispuesto a recibir vuestras órdenes si aún me juzgareis aparente para la consabida comisión, pues si he vuelto a mi Patria después de tantos años de ausencia ha sido a servirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui motivo de amor entre todos los verdaderos dominicanos y jamás piedra de escándalo ni manzana de la discordia”. Con ese párrafo de su comunicación desnudaba ante la historia la acción ingrata, temerosa y envidiosa de los hombres de la Restauración que en su mayoría iletrados pero tan solo con la valentía para defender a su Cibao querido, fuente de la riqueza del país de ese entonces.
Los restauradores aceptaron que Duarte permaneciera en el país hasta el desenlace fatal de la vida de Mella lo cual ocurrió el 4 de junio. Para el día 28de junio ya Duarte se encontraba en la isla de Saint Thomas después de su expulsión de poca clase que provocaron los restauradores estimulados de seguro por la única mente pensante de esos patriotas que lo fue Ulises Francisco Espaillat. Previamente el gobierno restaurador le había entregado a Duarte las credenciales y poderes necesarios para su misión de enlace para obtener ayuda y recursos de Venezuela para el apoyo al movimiento restaurador. Antes de marcharse de la isla se entrevistó con Fabré Geffrard en Puerto Príncipe con fines de recabar más ayuda a la que ya ofrecían los haitianos.
Quiera Dios que algún día, con una mente de mayor apertura y madurez, se pudiera analizar y colocar en su verdadero contexto para no tergiversar nada de esa bellaquería de los restauradores al padre de la Paria. El retornó con entusiasmo e ingenuidad para apoyar a unos patriotas cuya meta era proteger sus campos cibaeños y fuentes de riqueza que le producían el tabaco, el azúcar, el café, el cacao y el ron. En menor escala la madera, donde el sur era la región productora.”

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