Manuel Martínez Ynfante

Fuente El Jaya
Joven soy, no me impide opinar.
Joven soy, no me impide pensar.
Joven soy, no me resta importancia.
Joven soy, no me hace inferior.
Joven soy, no le resta a mí voz.
Joven soy, oportunidades merezco.
Joven soy, no me impide laborar.
Joven soy, limitaciones no tengo.
Joven soy, respeto merezco.
Joven soy, discriminación no tolero.
La juventud es una etapa de grandes cambios, oportunidades y desafios por atravesar; según la ley 49-00, Ley General de Juventud de la Rep. Dom., «se considera joven a todo aquel que posee entre 16 y 35 años de edad».
En cambio, sostiene José Ingenieros: «la juventud termina cuando se acaba el entusiasmo», por lo anterior, se podría deducir que es evidente que más de uno de los que hoy se hacen llamar jóvenes en realidad no lo son, mientras otros tantos de juventud acumulada (de edad avanzada), conservan el entusiasmo y éste le hace ser jóvenes en espíritu y alma.

Los jóvenes más que simples integrantes del sistema social, representamos la parte más valiosa de nuestra sociedad en ésta generación, pues el destino nos ha colocado en ésta etapa para recibir los saberes de las antiguas generaciones que aún viven, transformar la sociedad en el presente y enseñar a las generaciones subsiguientes a conservar la estabilidad y el desarrollo social, económico y cultural alcanzado.
El hecho de ser jóvenes no debe ser una condición limitante para tener acceso a las mismas oportunidades que una persona en la adultez, ya que la chispa, entusiasmo y energías de un joven, son indudables.
Muchas veces se nos menosprecia, se nos tilda de ser la generación perdida, de carecer de valores, actitud y capacidad para cualquier posición, profesión o decisión a ser tomada, pero ¿se nos ha dado la oportunidad para demostrar nuestras capacidades?
Es mucho lo que se nos compara con generaciones anteriores, se nos veda y excluye de funciones de dirección o alta relevancia por la condición de edad, cuestión que es discriminatoria y poco cónsona con el marco legal que rige los sujetos del estado bajo estas edades.
Aunque es indudable que muchos ya hoy se han alejado del rebaño, de los principios éticos y de moralidad, emprendiendo acciones que no representan a toda la masa joven y mucho menos nos da puntos a favor con respecto a la percepción de los mayores en experiencia, sería oportuno destacar que no todos andamos «Truchos» con la «Pámpara Prendía» y creyendonos «La Máxima».
Hoy manifiesto de manera empoderada que somos mucho más de lo que nos consideran, somos la chispa que enciende los cambios sociales, merecemos más oportunidades, menos discriminación, somos el motor de las transformaciones que merece nuestra sociedad dominicana hoy día.
El autor es profesor del nivel secundario en el Centro Educativo San Vicente de Paúl; Licenciado en educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y actualmente cursa estudios de Maestría en Investigación Científica en la Universidad Católica Nordestana (UCNE).

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