Fuente: periodico Diario Libre.
La isla de Santo Domingo, llamada hoy Hispaniola en la cartografía internacional, bautizada como Española por Cristóbal Colón en 1492, y llamada Haití por sus pobladores aborígenes, fue la primera tierra de América en ser representada en papel por los europeos.
Le tocó al Descubridor de las Indias realizar el primer trazado gráfico de la parte norte de la Española, y lo hizo en un dibujo que sorprende por la exactitud de su perfil que retrata esa parte de la isla desde Cabo San Nicolás hasta Sosúa, precisando la ubicación de Montecristi y los cayos Siete Hermanos. Este "rasguño" marca el inicio de la cartografía europea en América.
Los indios taínos y caribes tenían nociones muy claras de la posición de cada una de Antillas pues navegaban de una isla a otra en sus canoas con gran destreza, y lo hacían tanto a favor como en contra de las corrientes marinas, según quedó demostrado por el viaje de Diego Méndez desde Jamaica a la Española realizado en una canoa con navegantes taínos en 1504.
Colón mismo recibió tempranos testimonios del conocimiento geográfico de los taínos que se trasladaban regularmente entre las islas antillanas en grandes canoas de hasta ochenta remeros.
Cómo representaban en espacio caribeño y la distribución insular los taínos y los caribes es un conocimiento que se ha perdido, pero algún sistema de representación de ese espacio debió existir entre ellos y debió de ser transmitido de una generación a otra pues años después de la llegada de Colón al Caribe, y cuando ya su pueblo estaba casi extinguido, el cacique Hatuey cruzó en canoa el estrecho marítimo que separa la Española de Cuba.
Los europeos tuvieron que representar esa geografía con sus propios métodos, y así lo hicieron desde temprano pues los primeros navegantes, Colón entre ellos, debían dar cuenta de sus exploraciones a sus monarcas y financistas en España e Italia, y la única forma de hacerlo gráficamente era mediante cartas, relaciones y mapas.
Para entonces la cartografía tenía mucho de intuición, aunque se auxiliaba fundamentalmente en la astronomía y por ello los navegantes y cartógrafos tenían que hacerse diestros en el uso de la brújula, el reloj de arena, el astrolabio y el sextante.
Los primeros mapas confeccionados para representar la nueva realidad americana fueron hechos por navegantes como Cristóbal Colón y Juan de la Cosa. De éste último se conserva su famoso mapa del Nuevo Mundo que contiene la isla Española.
Los que conocen el mapa completo de Juan de la Cosa saben que fue la primera representación general de las Antillas pues para 1500, fecha en que fue publicado, ya Colón y otros navegantes conocían muchas de las islas de este archipiélago. Los territorios todavía por descubrir fueron representados vagamente como un dato de la imaginación más que de la navegación.
En unos mapas, como el de Bolonia de 1516 y el que sirvió para ilustrar la obra de Pedro Mártir de Anglería en 1534, los cartógrafos declaran con sus dibujos el mensaje de que la Española es una isla montañosa con muchos ríos, algunos de ellos importantes como el Yuna, el Ozama, el Isabela y el Yaque del Nrte y el Yaque del Sur, que entonces era llamado río Neiba.
Aparecen en los siglos siguientes muchos mapas con el interior de la isla vacío pues eran cartas de navegación en las cuales no era relevante registrar las montañas. En algunos casos esos mapas eran levantados siguiendo ediciones de mapas anteriores a los cuales se les agregaban detalles imaginarios.
Hubo mucha imprecisión en la cartografía de la isla durante el siglo XVII pues la Española quedó entonces prácticamente despoblada habiendo perdido importancia económica ante el desarrollo de las grandes colonias y virreinatos continentales.
Esto observa claramente en los planos de la ciudad de Santo Domingo que representan su perímetro unas veces como un cuadrado, otras como un polígono de muchos lados, y otras veces como un espacio rodeado de unas murallas casi redondas.
A pesar de las imprecisiones iniciales, poco a poco el territorio de la isla fue mejor conocido, particularmente a partir del siglo XVIII cuando los franceses desarrollaron una rica colonia de plantaciones en la parte occidental de la isla, llamada Saint-Domingue.
Para entonces tanto la isla como la ciudad capital, Santo Domingo, habían sido muchas veces retratadas por cartógrafos profesionales, dibujantes ocasionales y viajeros, y eso es lo que explica la evidente desigualdad de calidades de los mapas producidos en esos siglos.
A pesar de esas incongruencias y divergencias, estos planos ofrecían al observador lejano que nunca había visitado esta ciudad una idea general bastante aproximada de cómo era Santo Domingo, con su río Ozama y su costa acantilada, con su plano cuadriculado, con su plaza central, sus iglesias y su muralla ya terminada o por construir.
En fin, la cartografía de la ciudad de Santo Domingo mejora consistentemente hasta llegar a los hermosos y precisos planos de finales del siglo XVIII que hoy sorprenden por su exactitud y complacen por su nitidez.
Entre ellos se destaca el plano a colores de la plaza de Santo Domingo de Fernando Jerónimo de Pineda, de 1737, con detalles de las partes construidas en la ciudad y de las manzanas que todavía no habían sido edificadas, lo cual da una idea del escaso desarrollo urbano de la capital de la isla en aquel año.
Otro plano urbano de alta calidad fue el dibujo a pluma que produjo casi medio siglo más tarde, en 1785, Tomás López, titulado con el mismo nombre que el anterior "plano de la plaza y ciudad de Santo Domingo, capital de la isla Española".
Éste y otros mapas urbanos del siglo XVIII son los primeros en los que la medición reemplaza completamente la imaginación pues para finales de este siglo los mapas hubo notables avances en la cartografía en Francia, España y Gran Bretaña.
De la primera mitad del siglo XIX tenemos varios planos militares de la ciudad de Santo Domingo de visible calidad como el que representa el cerco que le impuso a la ciudad el jefe haitiano Jean Jacques Dessalines en 1805, contenido en el libro de William Walton titulado "Estado actual de las colonias españolas" publicado por primer vez en 1810.
El mejor mapa de la isla publicado antes de la independencia de la República Dominicana fue el que realizó el cartógrafo francés Ch. Lapie, en 1819, publicado con el título "Carte générale de l´Ile de Saint-Domingue".
En este mapa, finalmente, aparecen las cordilleras, los valles y las llanuras de la isla dibujadas con aceptable precisión, junto con numerosos ríos y arroyos, entre ellos numerosos cursos de agua secundarios que nunca antes habían sido consignados cartográficamente.
En este importante mapa la imaginación quedó finalmente relegada a un segundo plano y se observa que quienes trabajaron en su confección viajaron por la isla recogiendo informaciones de campo pues de otra manera no hubieran podido consignar los detalle que contiene esta carta.
Fue necesario esperar hasta la aparición del conocido mapa de Robert H. Schomburgk, cónsul británico en Santo Domingo, para encontrar una descripción más detallada de la geografía insular. Este mapa fue publicado en 1858.
El mapa de Schomburgk, sin embargo, al igual que otros mapas de mediados del siglo XIX, no logró superar los detalles orográficos e hidrográficos de la "Carte Générale" de La Pie, de 1819. Los de Harper´s Weekly, de 1871, A. Petermann, W. Gabb y R. Schomburgk, de 1874, tampoco lograron ese objetivo.
Dos planos muy exactos de la ciudad de Santo Domingo enriquecieron la cartografía urbana en la segunda mitad del siglo XIX. Uno lo hizo el dibujante Samuel Hazard, quien acompañó la comisión de senadores del Congreso de los Estados Unidos en 1871 que vino al país a estudiar las posibilidades de anexar la República Dominicana a la Unión Norteamericana.
El otro fue obra de Henry Tomasset, un ingeniero muy conocido entonces en el país y en Haití, quien dejó una descripción geográfica y económica de la provincia de San Cristóbal, así como una propuesta de ingeniería para construir un ferrocarril desde la capital hasta San Cristóbal.
Con Tomasset las cartografías dominicana y haitiana alcanzaron un nivel científico que no habían tenido antes. Sus mapas son de una calidad y una precisión extraordinarias, como lo muestra su "Carte physique et politique de l´ile d´Haiti" publicado conjuntamente con el publicista haitiano Antonio Poujols, a quien los dominicanos conocen por su pseudónimo "Antonio de la Rosa" por el pseudónimo de su libro "Las finanzas de Santo Domingo y el control americano", publicado inicialmente en 1915.
Según el cartógrafo José Joaquín Hunría Morell, el mapa de Tomasset y Poujols fue "la réplica haitiana al de Moya", refiriéndose al clásico "Mapa de la isla de Santo Domingo y Haití" publicado por Rand & McNally, en Chicago, a partir de 1906 en diversos formatos, versiones y ediciones por el conocido geógrafo e historiador Casimiro Nemesio de Moya.
El mapa de Moya fue adoptado por el Congreso Nacional como mapa oficial de la isla y de la República Dominicana, y fue la principal referencia cartográfica para los dominicanos por muchos años.
Contiene el Mapa de Moya otros dos mapas clásicos, uno de la ciudad de Santo Domingo en 1906, y otro de Puerto Príncipe, capital de Haití, con sus alrededores. Esos planos fueron reproducidos con detalles adicionales por Thomasset y Poujols en 1908.
Una versión actualizada del mapa de la ciudad de Santo Domingo, realizado con bastante exactitud y conteniendo los nuevos ensanches y vecindarios extramuros de la capital, lo publicó en ingeniero Ernesto E. Parada en 1924.
Durante la llamada Era de Trujillo se produjeron varios mapas generales de la isla de Santo Domingo. De 1938 data el primero de los dos mapas de gran tamaño, a escala 1:400,000 que mostraban la división política de la isla, tanto en provincias en la parte dominicana, como en departamentos en la parte haitiana.
Este mapa fue realizado por el ingeniero Casimiro Gómez, y fue reemplazado en 1952 por otro del mismo tipo conteniendo una nueva división territorial del país pues para esa fecha el gobierno de Trujillo había creado varias provincias nuevas,
Varios acuerdos firmados con el gobierno de los Estados Unidos aseguraron que los mapas oficiales posteriores estuvieran respaldados por el Sevicio Geológico de los Estados Unidos y por la Defense Map Agency de ese mismo gobierno.
La cartografía dominicana contemporánea, pues, quedó íntimamente ligada a los trabajos de esas agencias estadounidenses, y los frutos de esa colaboración empezaron a verse con la publicación del mapa general de la isla a escala 1:50,000, cuya utilidad como instrumento de planificación fue ampliamente publicitada en 1967 por la Organización de los Estados Americanos (OEA).
De ese año data el juego de mapas preparado para el Estudio de los Recursos Naturales de la República Dominicana por la llamada Misión Tripartita OEA-BID-CEPAL.
En los últimos treinta años del siglo XX los mapas generales del país presentaron pocas innovaciones y, más que nada, fueron versiones modificadas o actualizadas del mapa de 1952 realizado en la Era de Trujillo.
En esos años el turismo demandó nuevas cartas de caminos, de parques nacionales y de monumentos naturales y sitios de interés histórico. Por un tiempo abundaron las versiones cartográficas producidas por compañías privadas: tabacaleras, gasolineras, agencias de viajes, editoriales y universidades que intentaban suplir las carencias de las decadentes agencias oficiales que debían producir mapas del país, el Instituto Cartográfico Universitario de la UASD y el Instituto Cartográfico Militar.
Entretanto, el gobierno de los Estados Unidos continuó produciendo mapas del país y sus principales ciudades. Entre los mapas más útiles y menos conocidos por el gran público se encuentran las cartas de navegación aérea en diversas escalas, desde 1:250,000 a 1:1,000,000 producidas por diversas agencias oficiales de los Estados Unidos.
En 1962 el gobierno de los Estados Unidos produjo el primer mapa en tridimensional de la isla, pero la tecnología de entonces no permitía una reproducción exacta del relieve insular y, por lo tanto, las informaciones orográficas son aproximadas, no exactas. De nuevo, la imaginación tuvo que suplir la carencia de instrumentos cartográficos.
Pasaron varias décadas antes de que estuviera disponible un modelo digital del terreno de la isla con sus curvas de nivel. Aprovechando la disponibilidad de esa tecnología derivada de los vuelos espaciales y del desarrollo de la informática, el historiador Frank Moya Pons diseñó y produjo el primer "Mapa en relieve de cobertura y usos de suelo de la República Dominicana" en el año 2001, y lo publicó con los auspicios de la recién creada Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Dos años y medio después, en marzo del 2004, este mismo autor produjo y editó el primer "Atlas de los Recursos Naturales de la República Dominicana" que contiene 42 mapas nuevos desconocidos hasta entonces por el gran público.
Una importante colección de los mapas mencionados en este artículo fue compilada y publicada por el historiador José Chez Checo en su libro "Imágenes insulares: Cartografía histórica dominicana", publicado en 2008 por el Banco Popular Dominicano.

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