Gregorio Luperón: notas dispersas
Juan Daniel Balcácer
Todo estudioso de la historia de Santo Domingo sabe que el Estado nacional, que Duarte bautizó con el nombre de República Dominicana, fue fundado el 27 de febrero de 1844. Gregorio Luperón contaba entonces con apenas cinco años de edad. Su infancia, adolescencia y temprana juventud transcurrieron durante el período conocido como la Primera República (1844-1861). Luperón perteneció, pues, a la primera generación de nuestros antepasados con ciudadanía dominicana, según el Manifiesto del 16 de enero y la Constitución del 6 de noviembre de 1844. Desde temprana edad asimiló la doctrina liberal preconizada por los duartistas. En 1861, a raíz de la anexión a España, el joven Luperón declaró: “Yo veo delante de mí un sendero largo, oscuro, y penoso, pero él conduce al cumplimiento de un deber sagrado: la revolución. Si sucumbo en ella, lo que es muy probable, moriré por lo menos honradamente en defensa de nuestra cara Patria. Si acabo mi tarea, tendré el reconocimiento de mis amigos, de mis compatriotas, y la aprobación de mi conciencia. Si desgraciadamente hiciera lo que hacen los indiferentes hoy en el país, que cruzan los brazos y aceptan el parricidio, me volvería loco.”
Su trayectoria pública fue fecunda en la milicia, la política, el civismo y la diplomacia. Su concepción revolucionaria trascendió los límites insulares y, al igual que Hostos y Martí, propugnó y luchó porque los demás pueblos antillanos se constituyeran en países independientes. En este sentido, Luperón, al decir de Hostos, se convirtió en “el más ardoroso representante que el antillanismo tenía en la Antilla-centro”. Luperón también brindó su apoyo moral y personal a la causa nacionalista cubana, en especial al general Máximo Gómez, a quien Arturo Logroño llamó “el último libertador de América”. Su prestigio personal fue de tal magnitud a escala internacional, que el 9 de septiembre de 1882 (al siguiente día de su cumpleaños), tras firmar un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre República Dominicana y la República Francesa, se le confirió la Cruz de Oficial de la Legión de Honor, mérito que -hasta entonces- ningún dominicano había recibido. Hacia 1895, en París, inspirado en parte por las ideas americanistas del colombiano J. M. Torres Caicedo, Luperón conformó un movimiento antillanista junto con revolucionarios de la talla de los puertorriqueños Ramón Emeterio Betances y Eugenio María de Hostos.
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