El judío que huyó en una maleta
Por: Kirsis Diaz.
SANTO DOMINGO. Rudolf Herzberg se apartó de la fila. Disimulando sacó ropa de una maleta y con una piedra hizo un hoyo en su fondo, tapó la boca a su hijo de quince meses y lo pasó como equipaje para subirlo al barco que anclaría en Sosúa, norte dominicano.
Transcurría 1940 y Herzberg y su esposa Ilse, huían de la persecución violenta que mantenía el régimen de Adolfo Hitler (presidente de Alemania en 1933 y 1945) contra los judíos. El propósito era dejar Alemania limpia de esta raza que consideraba inferior. Durante la persecución los obligaban a abandonar sus hogares y a portar en sus ropas la estrella de David, símbolo judío, para ser fácilmente identificados. Se dice que unos seis millones de ellos fueron asesinados en el denominado Holocausto.
Muchos judíos alemanes y austríacos trataron de irse a Estados Unidos pero no obtuvieron las visas necesarias para ingresar. Cuentan los historiadores que en medio de la gran depresión, los estadounidenses se mantenían renuentes a recibirlos por temor a la competencia de empleos y a la sobrecarga de los programas sociales. El único país que se prestaron a ayudar fue República Dominicana, que en 1938 otorgó 100 mil para acoger parte de los refugiados judíos, durante el acuerdo de la Conferencia de Evian, Francia, el cual buscaba resolver la situación de los descendientes del pueblo hebreo.
Al llegar al puerto de Génova, Italia, la Gestapo Nazi (Policía secreta de Alemania), no autorizó a Herzberg la entrada al barco de su hijo porque sólo él y su esposa contaban con la referida visa. La desesperación lo llevó a entrar al infante en una maleta, de donde fue sacado minutos después de subir al barco.
“Tomaron un riesgo enorme pues si los hubieran descubierto, nos fusilaban y nos tiraban al mar”, relató a Diario Libre, Denny, el niño de la maleta, hoy de 76 años.
“La travesía tomó treinta días, estábamos en tercera clase, la comida era muy limitada, yo estaba mal nutrido cuando llegamos a República Dominicana”, subrayó.
El libro Sosúa, páginas contra el olvido, publicado este año en ocasión de la celebración en mayo del 75 Aniversario de la formación de la colonia judía en el país, recopila unos 36 relatos de las formas en que estos llegaron a Sosúa.
“Una de las historias que más me llama la atención es el de la pareja de esposos Julius y Esther Papernik, que fue apresada en Francia durante una redada que hizo la policía francesa en la calle y enviados a un campo de concentración alemán donde Esther alumbró. Al momento de ser apresada ya se encontraba en estado de gestación, trascurría 1941”, comentó la historiadora de origen judío Juli Wellisch.
Según describe en su libro, el bebé fue entregado a unas monjas que prestaban ayuda en el lugar donde se encontraban. Un año después, la pareja logró escapar y pudo encontrar a su hijo en el orfanato. La familia llegó a Sosúa en el verano de 1947.
“Este acontecimiento le enseña al mundo que desde siempre hemos sido un pueblo de acogida, que somos personas de bien y le brindamos el suelo a los más necesitados”, manifestó Miguel Cohn, ministro consejero de Cancillería, también descendiente judío.
La vida en Sosúa
En mayo de 1940 llegó a Sosúa el primer grupo de judíos compuesto por 38 personas, que se sumaron a los 1, 877 habitantes que ya residían en el municipio, según el censo de 1935. Los Kurt, Koenin, los Cohn, Aaron y Neumann, son algunos de los apellidos judíos que forman parte de la memoria de un Sosúa que empezaba a surgir.
El medio de transporte era el caballo. No había electricidad y el agua provenía de pozo. Las casas se construían de madera, usaban letrina y cocinas con fogón.
“Sosúa era lindísimo, aunque no había de nada. Había una sola calle de caliche. No había escuela secundaria, teléfono ni televisión, teníamos radio, oíamos novelas, canciones, íbamos a la escuela hasta las doce, no había ningún peligro, crimen”, recuerda Joe Benjamín, uno de los judíos que aún reside en el municipio.
“Había una pequeña biblioteca pero no tenía casi de nada. Faltaban las cosas que se encuentran en las grandes ciudades. La alimentación nunca fue un problema, pero había poco incentivo cultural. Era un pueblo bastante aislado”, agregó con una mirada perdida en el recuerdo.
Los que vivieron en esa época no olvidan la escuela Cristóbal Colón, hoy Colegio Luís Hess, en honor a quien fue su director por muchos años, también de origen judío. Las fincas, la sinagoga, el comedor común y toda la vida en el lugar.
“Si no hubiera sido por los dominicanos, ninguno de nosotros estuviéramos vivos. Definitivamente, ¡Sosúa y República Dominicana siempre están en mi corazón!”, manifestó Denny, quien aunque ahora reside en Estados Unidos, mantiene una residencia en Sosúa, la cual visita todos los años junto a sus familiares.
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