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Asentados en colinas que muestran paisajes naturales impresionantes, temperaturas extremadamente frescas e inservibles estructuras decoradas, yacen los escombros de las mansiones, que aunque hoy figuran como ruinas, forman parte del patrimonio cultural que el dictador, Rafael Leónidas Trujillo, construyó en la provincia de San Cristóbal con los recursos del Estado dominicano. 


Al recorrer los numerosos pasillos que componen las viviendas construidas bajo la ordenanza de “El benefactor”, basta con cerrar los ojos y recrear, por un instante, cada espacio para percatarse de las excentricidades contenidas en cada edificación. Hoy estas se encuentran carcomidas por el polvo, la polilla, el óxido y el saqueo desmedido, pero sobre todo, por el olvido de una nación que continuamente acuna políticos que en sus discursos reiteran que “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir los mismos errores”.

En una consulta realizada por el periódico elCaribe a la arquitecta, Eda Grullón, directora de Patrimonio Monumental, comentó que al igual que estas, otras propiedades simbólicas e históricas, merecen atención y se encuentran dentro de un presupuesto y una lista de espera que el Estado atenderá en su debido momento. “Hemos podido rescatar varios muebles pertenecientes a Trujillo, lo demás incluye un presupuesto costoso. Estamos trabajando en una Ley de Patrimonio de dónde se sacarán recursos directos que permitan la conservación. Es una carga pesada, que no es tan fácil de ver, y que se toma tiempo”, expresó. 

Sin embargo, aclaró que las medidas de conservación deben tomarse con premura porque la mayoría de estas edificaciones están muy deterioradas y ante cualquier eventualidad meteorológica podrían desaparecer con facilidad. 

“Aunque muchos de los bienes de Trujillo y su familia aún sobreviven sin atención alguna debido las excelentes condiciones en que fueron fabricados, hay que recuperarlos, porque son bienes que nos corresponden a todos” comentó. l
Eda Grullón, directora de Patrimonio Monumental, tras aclarar, que aparte de la participación del Gobierno, en los trabajos de rescate se deben articular varias voluntades. Destacando que la habilitación museográfica de estos patrimonios le generarían nuevas rutas turísticas al Estado y, por ende, influiría en la dinamización de la economía dominicana.

Puntualizó, además, que este es el mejor momento para tomar conciencia y crear políticas de recuperación generalizadas que cumplan con los requerimientos para salvaguardar varios inmuebles que se encuentran descuidados en otros puntos del país.

Pero mientras las medidas de rescate se cuecen a fuego lento, parte de la memoria histórica del país se sume en la oscuridad y la desaparición.

El abandono: factor común

Entre las casas visitadas, domiciliadas en la ciudad donde se consagró la primera Constitución Dominicana, solo se observa descuido y miseria, con la excepción de ¨El Castillo del Cerro¨, una palaciega edificación en la que se puede apreciar, a través de un museo, varios ajuares y reliquias de la familia de ¨El jefe¨. En la misma se encuentra la sede docente de la Escuela Nacional Penitenciaria (ENAP), manejada por la Procuraduría General de la República y es el bien material mejor cuidado de la referida provincia.

Las demás edificaciones, todas diseñadas con arquitectura vanguardista que van desde lo barroco a lo colonial, se encuentran abandonadas en medio de la nada.

Nuestro reloj marcaba las 10:48 a.m. cuando finalizamos la visita por la majestuosa ¨Casa del Cerro¨ y luego nos dirigimos hacia la ¨Casa de Caoba¨, una residencia campestre construida en el 1940, que se convirtió en la preferida de Trujillo y la que más habitó conjuntamente con su familia.

Un camino fácil

Para empezar, llegar hacia ella no fue nada fácil; el asfalto que cubría sus calles desapareció, la calzada es un camino vecinal en mal estado, cubierto de matorrales, que con esfuerzo permite ver que alguna vez transitaron vehículos por esa vía. De la “Casa de Caoba”, una residencia edificada sobre una colina, que vislumbra la ciudad natal de Trujillo y gran parte de Santo Domingo, sólo quedan ¨fotos y recuerdos¨, a pesar de que poseyó todos los lujos y comodidades relativos a aquella época.

Sin embargo, hace 28 años se creó el Patronato de la Casa de Caoba, a través de la promulgación de la Ley 44-87, para administrar el inmueble en calidad de museo abierto al público, pero, hoy esta forma parte del inventario de edificaciones arruinadas. El valor de los museos radica en la originalidad e importancia cultural de sus piezas. Y allí no hay ajuares autóctonos de la época, tampoco una edificación emblemática, solo un encuadre de block que estranguló la versión original de la antigua casa de madera.

“Sea mala o sea buena la historia tiene que ser contada. Esta casa no debería de estar en estas condiciones”, con esta expresión recibe Iván Fernández, uno de los cuidadores de la casa, al equipo del periódico.

Durante el recorrido por el inmueble, de tres niveles, impresiona la cantidad de salones que “El benefactor” destinó para celebraciones y reuniones. Su obsesión por las puertas y ventanas curvas, las escaleras en forma elíptica, pero sobre todo, el gusto exótico por las exuberantes decoraciones que en ese entonces eran desconocidas en la isla y deslumbraban en países europeos, como Francia e Inglaterra.

Luego de observar atentamente la gran cantidad de grafitis sobre diversas paredes de la casa, la mayoría trazadas a tiza, Fernández comenta en tono celoso “al que yo encuentro rayando aquí no raya más”. Mientras, borra con sus manos marchitas una expresión, afirma con certeza que para poder ejercer su papel de cuidador, reacondicionará una habitación para sí, en las ruinas que protege con apego y que aún considera una mansión.

El aire fresco y natural se ha quedado entre las montañas, y a unos cuatro kilómetros de la carretera que comunica con la “Casa de Playa Najayo” o “Casa de Marfil”, otra propiedad abandonada y en desuso, mientras quema el sol.

Distan del lujo y esplendor de ayer
El placer por los lujos y la buena vida de Trujillo no se limita a la casa de Playa Najayo, se hizo extender hasta la “Hacienda María”, ubicada en Nigua.
La “Casa Blanca”, como además se le llama, fue construida también a escasos metros de la playa, y es vigilada continuamente por los hermanos García Serrano. Tres de ellos tienen insuficiencia mental, y otras dos personas más que tienen horarios rotativos.

Cuenta un hombre, oriundo de esa localidad y que trabajó en dicha hacienda, que a unos pocos kilómetros de la propiedad se encuentran las tumbas de los caballos de paso fino que tenía el dictador. Mientras que en el patio de la casa hay una tarja dedicada a la memoria de Manuel Cáceres, Pedro Livio Cedeño, Roberto Pastoriza, Salvador Estrella Sadhalá, Huáscar Tejeda y Modesto Díaz, quienes participaron en el movimiento que ajustició al tirano la noche del 30 de mayo del 1961. Al final de ese mismo año, segado por el dolor, Ramfis Trujillo, vengó la muerte de su padre matando a estos seis hombres en el mismo lugar donde se encuentra dicha tarja. El recorrido realizado por un equipo de elCaribe finalizó con la oscuridad de la noche en la “Hacienda Borinquen”, un espacio de fiestas y celebraciones, que hoy funciona como una Escuela Nacional de Seguridad Ciudadana y Educación Disciplinaria.
Compromiso
Estamos trabajando en una Ley de Patrimonio de dónde se sacarán recursos directos que permitan la conservación”.
Urgente
Las medidas de conservación deben tomarse con premura porque la mayoría de estas edificaciones están muy deterioradas”.
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